Estamos convencidos de que una buena unidad dental puede durar muchísimo tiempo porque si sirve para trabajar bien, no crea problemas y no genera ninguna parada operativa, no hay motivo para cambiarla. Pero aparte de esta precisión, con la que seguro que están de acuerdo, las dudas sobre cuándo ha llegado el momento de cambiar de unidad van a llegar tarde o temprano. ¿Y cómo sabemos si ha llegado el momento?

Duraciones variables

En general, se puede decir que los motivos para decidir cambiar una unidad dental son comparables a las que animan a cambiar de coche. En primer lugar, está la antigüedad: la vida media de una unidad dental va de los 5/8 años para los equipos de baja calidad a los 10/12 años de los equipos de calidad media y a los 15 años o más de las unidades VITALI. Habrá que tener en cuenta, claro está, las horas de trabajo, que vienen a ser como los kilómetros del coche. Y también hay que tener en cuenta, obviamente, el número de usuarios. En una clínica, por ejemplo, donde hay varios operadores usando a turnos el mismo puesto de trabajo, la unidad se desgasta antes. Por otra parte, es fundamental considerar el mantenimiento. Con un mantenimiento adecuado, la unidad puede estar en buen estado mucho más allá de la duración media. Por el contrario, si es ocasional, muchas partes pueden empezar a mostrar los signos de la edad antes de lo previsto. Como pasa con los coches.

Los problemas de la antigüedad

No obstante, hay que decir que cuanto más se acerca el límite de la vida media de la unidad, más cálculos hay que hacer en cuanto a los puntos críticos más apremiantes, como:

  • elevados costes de mantenimiento ya que aumenta la frecuencia de las intervenciones y los costes de los recambios empiezan a influir seriamente en la contabilidad de la clínica;
  • dificultad para encontrar recambios;
  • mal estado de la tapicería del sillón odontológico, teniendo en cuenta que el relleno o la sustitución puede costar más desde el punto de vista comercial que la unidad en sí.
Dr Masic-Redinger / Wien (Austria)

Obsolescencia inevitable

A estos puntos críticos, que tanto se parecen a los de un coche usado, hay que añadir los específicos del dispositivo médico:

  • necesidad de más interacción entre la unidad dental y los nuevos dispositivos tecnológicos de la clínica (como conexión digital con RX y con el sistema operativo del PC, creación de una red entre las unidades de la clínica, etc.);
  • normativa en constante actualización (el nuevo reglamento europeo entró en vigor en mayo de 2021 y la probabilidad de que dispositivos médicos de más de 10 años no lo cumplan es bastante alta);
  • obsolescencia de las lámparas halógenas respecto a las actuales led, con una calidad y una potencia ampliamente superiores, cuya sustitución puede costar más de 1.500 €;
  • mayor sensibilidad en materia de higiene y desinfección, para las que las unidades antiguas no disponen de los dispositivos adecuados.

El empujón definitivo

Así pues, la decisión de cambiar responde a un gran número de factores. Y a menudo son precisamente las consideraciones finales las que nos hacen tomar la decisión definitiva. Se trata de la importancia de ofrecer a los pacientes la sensación de que la clínica se renueva y actualiza periódicamente, de la gran comodidad que se consigue con la mejor ergonomía de los modelos más recientes y si ya habíamos amortizado la unidad anterior.